martes, 21 de marzo de 2017

Teatro moderno japonés a partir de 1960. El angura, I

El teatro japonés moderno, el movimiento underground o angura, I
Tras la experiencia del shingeki, que hemos visto someramente en los anteriores artículos, una nueva generación de artistas japoneses del teatro iba a adentrarse, esta vez claramente, en la modernidad, en la vanguardia. Estamos en la década prodigiosa, en los años sesenta del siglo XX.

Las tres grandes compañías pioneras del shingeki, Bungaku-za, Haiyū-za y Mingei, contribuyeron a que el ambiente escénico de finales de los cincuenta tuviera evidentes aromas germanos. La mayoría de sus líderes y no pocos de sus actores habían estudiado la escena alemana y estaban muy influenciados por ella. Curiosamente, igual que ellos habían renegado de las tradiciones del kabuki, ahora eran los jóvenes de los sesenta quienes lo hacían del shingeki. Estaba naciendo el teatro underground, conocido en Japón como angura y que algunos denominan genéricamente post-shingeki.

Los turbulentos años sesenta
A finales de la década de los cincuenta del siglo XX, el desencanto invadía a la juventud japonesa. Su confianza en las instituciones democráticas surgidas en la posguerra se había desvanecido. Por momentos, parecía que solo era posible comprometerse con la ortodoxia marxista. Tanto la vieja escuela del shingeki como los más jóvenes coincidían en sus planteamientos.

El año 1960 fue clave en la historia moderna de Japón y también en su cultura. Por todo el país, y especialmente en Tokio, se producían manifestaciones en contra de la renovación del Tratado de Seguridad con Estados Unidos, por el que se prolongaba la presencia de las bases militares en el archipiélago nipón. Si bien los integrantes del movimiento shingeki apoyaban esos movimientos populares, los más jóvenes no veían que en sus propuestas escénicas se reflejara la atmósfera que respiraba el país. Era uno de los primeros desencuentros entre las denominadas vieja y nueva izquierdas.

Manifestación en Tokio, 1960. Foto: footage.framepool.com

Inicialmente, las manifestaciones en contra del Tratado de Seguridad apenas reunieron unas decenas de miles de personas en Tokio, la mayoría universitarios. No obstante, muy pronto esa cifra se superó claramente. Cuando los enfrentamientos con la policía produjeron la primera víctima, se movilizó más de un millón de manifestantes. En el mes de mayo, el Gobierno consiguió ratificar el Tratado en una sesión boicoteada por los socialistas y en la que tuvo que intervenir la policía.

Con la renovación del denostado tratado con Estados Unidos, se produjo una profunda decepción en todo el país, especialmente en el mundo de la cultura, que abrió una brecha intergeneracional. Nacía una nueva época, y también en el teatro japonés. Ya nada sería igual.

La tensión que vivía el país desembocó en el asesinato el 12 de octubre de 1960 del presidente del Partido Socialista, Asanuma Inejirō (1898-1960), por un estudiante radical durante un discurso de la campaña para las elecciones que se debían celebrar en el mes de noviembre.

La fotografía siguiente se realizó segundos después de que el político recibiera una primera y fatal puñalada con un enorme cuchillo. El segundo envite del homicida, el que muestra la foto, pudo ser controlado por las personas que lo bloquearon. El dirigente socialista ya estaba herido de muerte.

Un joven de 17 años asesina al presidente del Partido Socialista japonés en 1960. 
Foto de Nagao Yasushi (premio Pulitzer, 1961), en http://listas.20minutos.es/

El post-shingeki
Al conjunto de grupos y compañías que surgieron en los años sesenta con el deseo de romper radicalmente con el realismo del shingeki, se les etiquetó con el nombre de post-shingeki o underground, término anglosajón traducido al japonés como angura.

El post-shingeki fue uno más de los movimientos que aparecieron en todo el mundo durante la década de los sesenta y que se calificaron como contraculturales. Las nuevas propuestas del teatro en Japón se situaban ya a la altura de las tendencias más vanguardistas occidentales. Como en todas ellas, los japoneses también rechazaban su pasado más reciente, en este caso el shingeki.

Los textos bien escritos, las escenas realistas y las depuradas técnicas de los actores del shingeki eran cuestionados por los jóvenes que irrumpían en los sesenta. Todos esos valores, ganados con esfuerzo durante más de medio siglo, fueron criticados y rechazados por el post-shingeki.

Sin embargo, a diferencia de sus colegas americanos y europeos, los japoneses rompían con los presupuestos del shingeki sustituyendo su realismo cotidiano por la imaginación y la fantasía, volviendo al universo de la ilusión, aquel en el que se movía el kabuki, esa forma teatral contra la que habían luchado denodadamente sus antecesores durante décadas.

Pero los innumerables grupos teatrales que surgieron en esos años en Japón no buscaban un imposible retorno al pasado, sino que deseaban regenerarlo para trascenderlo y superar los clichés que había establecido el shingeki. Para ellos, no era suficiente una renovación formal como la realizada por las compañías de shingeki. Deseaban ir más lejos, planteaban sustituir su ideario, o en palabras algo pedantes, sus planteamientos metafísicos.

En las obras del post-shingeki, la revolución social y la redención personal se consideraban inextricablemente unidas. Sus personajes eran arquetipos que se metamorfoseaban en figuras transhistóricas, en dioses. Se pretendía crear un nuevo teatro claramente diferente del occidental, un moderno teatro japonés que recuperase las raíces niponas, esas que se alimentaban de mitos ancestrales. Era El retorno de los dioses, título de un libro sobre este tema de David G. Goodman.

Las compañías angura
En Japón, al igual que ocurrió en Estados Unidos y en Europa, los movimientos teatrales contraculturales de los sesenta generaron un gran número de obras sin apenas más valor que el de su desinhibida provocación. Grotescas situaciones y estrambóticos vestuarios, cuando no un empleo indiscriminado del desnudo, se combinaban con ensordecedoras músicas para no decir nada más que una simple oposición a todo.

Sin embargo, los japoneses underground se diferenciaban en algo de sus colegas euroamericanos. Se negaban a aceptar el universalismo de una cultura occidental que pretendía que Japón solo fuese un caso especial sin mayor incidencia en el panorama mundial.

De entre los innumerables grupos post-shingeki que aparecieron en los años sesenta, la mayoría tuvieron una vida muy corta. De todos ellos, los más importantes fueron los del Tenjō Sajiki (Compañía del Paraíso), Waseda Shōgekijō (Pequeño Teatro de Waseda), Jōkyō Gekijō (Teatro de Situación), Tenkei Gekijō (Teatro de la Transformación), Kurotento 68/71 (Teatro de la Carpa Negra 78/71) y Tōkyō Engeki Ansanburu (Grupo de Teatro de Tokio). La mayoría de ese tipo de compañías las fundaban artistas poliédricos que participaban en sus montajes como escritores, directores y actores a la vez.

En los siguientes artículos descubriremos la historia de todas ellas, le aseguro al lector que le resultará fascinante.

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